Los idiomas son tan ricos y variados que el trabajo de los
traductores se ve puesto a prueba muy a menudo. Uno de los mayores retos a los
que se enfrentan es el de trabajar con diferentes variedades lingüísticas, es
decir, las distintas formas que adquiere un mismo idioma dependiendo del lugar
de procedencia o del grupo social del hablante.
Para comprenderlas
correctamente, el traductor debe tener un profundo conocimiento no solo del
idioma, sino también de la cultura propia de sus hablantes.
La principal dificultad a la hora de enfrentarse a
variedades lingüísticas es que éstas no difieren las unas de las otras
solamente en el vocabulario, sino que normalmente lo hacen también en su
gramática y fonología.
Existen numerosas clasificaciones de variedades
lingüísticas, pero las más comunes son argot, sociolecto y geolecto:
el término argot se utiliza para denominar la variedad lingüística usada
por un grupo de personas con características comunes por su categoría social,
procedencia, profesión (aunque en este caso suele usarse más el término jerga),
edad…
Es muy común encontrar frases hechas o expresiones propias de un argot
determinado. Por otro lado, el término sociolecto hace referencia a la
variedad lingüística usada por una clase social, mientras que geolecto
es la variedad de una lengua hablada en una zona geográfica muy determinada.
A menudo insistimos en que un buen traductor no es aquel que simplemente habla dos idiomas, sino aquel que conoce además la cultura y la forma de ser de sus hablantes, y tiene los conocimientos y las herramientas necesarias para enfrentarse a todo tipo de textos.
Su
profesionalidad se pone a prueba sobre todo al enfrentarse a las diferentes
variedades lingüísticas de sus idiomas de trabajo.
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